Y llegamos a la cuarta entrada sobre la misteriosa Meda (aquí las anteriores: I, II y III). Ésta trata sobre los propios Middu y su particular forma de comerciar, los "intercambios":
Los Middu
Si pocos en Akkad han estado en presencia de un Fenicio, aún menos ante un Middu. Se les conoce popularmente como hombres serpiente, debido a su enorme parecido físico con los ofidios, aunque en realidad no comparten parentesco con ninguna de estas especies. Caminan erguidos, como la mayoría de las razas que poseen intelecto, y su cabeza es muy similar a la de una cobra.
Sin embargo, su fisionomía es muy distinta a la del resto de seres vivos de Kishar. Su lengua no es, como cabría esperar, bífida, sino alargada y fina. Sus mandíbulas son en realidad una extensión de su piel, de color verduzco, rígida y surcada por numerosas estrías. Aunque algunos testigos afirman que en realidad están cubiertos de escamas, como las de un reptil, pocas descripciones logran ponerse de acuerdo, ya que muchos no tienen claro dónde acaban sus ropajes o armaduras y dónde comienza su cuerpo.
Pero hay un rasgo que llama la atención de todo aquel que se encuentra con un Middu: sus extremidades. No parecen poseer ningún tipo de articulación, y no acaban en manos o pies, sino que su grosor disminuye paulatinamente hasta acabar en punta. Como un enfermizo tentáculo carente de ventosas, o la cola de una animal.
Se comunican mediante siseos, difíciles de imitar por una garganta humana, aunque son capaces de hablar un Akkadio lo bastante bueno como para ser comprensible con un poco de esfuerzo. Tienen cierto don para las lenguas, aunque hay ciertas palabras que se les resisten, que no parecen ser capaces de articular o cuyo significado no comprenden por completo. Un caso especialmente flagrante son las que sirven para expresar sentimientos, tanto positivos como negativos, como pueden ser “alegría”, “rabia” u “odio”.
Se cree que los Middu no duermen, ya que nunca se ha visto a ninguno hacerlo.
Los intercambios
La gran mayoría de los ciudadanos del Imperio que han podido encontrarse con un Middu no lo han hecho viajando a su remota nación, sino en uno de los encuentros conocidos como “intercambios”. Una vez cada seis ciclos del calendario de 19 años que rige Akkad, es decir, una vez cada 114 años, un enorme contingente de hombres serpiente cruzan las montañas y montan un campamento a las orillas del Zab.
Vienen cargados de fascinantes creaciones, que van desde lo más mundano hasta portentosos objetos de poder: Prendas de seda que hacen verdaderamente más bello al portador, orbes de un cristal tan perfecto que son inquebrantables, tintas de colores imposibles de describir, inciensos que permiten al que los inhala comulgar con los Dioses, o exóticos frutos que se niegan a crecer en el suelo de Akkad.
Allí esperan pacientemente, durante un mes, el mes sin nombre en el que las sombras crecen, recibiendo a todos los comerciantes que se acercan a tratar con ellos. Mercadean incansablemente, ofreciendo sus bienes a cambio de objetos a cada cual más peregrino que el anterior. Lo mismo pueden solicitar la barba recién afeitada de un rey, la daga con la que una mujer mató a su esposo, o una hogaza de pan preparada a partir de la última cosecha del año.
Aunque no todas sus peticiones son tan extrañas. También valoran mercancías más tradicionales, especialmente esclavos. Aprendieron de los Akkadios el beneficio que pueden proporcionar sirvientes así y suelen solicitar Mushkenu y Wardu en grandes cantidades. De hecho, a cada intercambio se incrementaba un poco más el número de esclavos que solicitaban, y durante los tres últimos la cantidad de pobres diablos entregados a los Middu fue casi astronómica.
Pero algo extraño ha ocurrido recientemente. Hace dos años debía haberse producido el decimoquinto intercambio, pero los hombres serpiente no aparecieron. Por primera vez en más de diecisiete siglos los Middu habían faltado a su cita. Los comerciantes esperaron, como siempre, durante todo el mes, pero ninguno de los señores de Meda se dignó a aparecer.
Además, se empiezan oír rumores de que han sido vistos hombres serpiente entre las dunas del desierto occidental, o morando en cavernas cerca de los hogares de los Cimmerios o en las marismas del sur.
Aunque se murmura algo aún más inquietante: Eahardinnu, un famoso explorador Awilu, afirma haber cruzado hace tan sólo seis meses el Paso del Silencio, y haber visto al otro lado, recorriendo la Meseta Negra, jinetes Mushkenu a los lomos de poderosos caballos de guerra y ataviados con armadura de diseño Middu, pero sin ningún hombre serpiente dirigiéndoles.
3 comentarios:
Muy buena la entrada, misteriosa a la par que evocadora. Dan ganas de sumergirse de lleno en este mundo.
Muchas gracias. Me alegro de que te produzca esa sensación. :)
me encanta, a quedad fascinante la imagen de las serpiente, y muy evocadora todo, da ideas grandiosas para muchas partidas.
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