miércoles, 27 de abril de 2011

Más Allá del Imperio: Meda (IV)

Y llegamos a la cuarta entrada sobre la misteriosa Meda (aquí las anteriores: I, II y III). Ésta trata sobre los propios Middu y su particular forma de comerciar, los "intercambios":

Los Middu

Si pocos en Akkad han estado en presencia de un Fenicio, aún menos ante un Middu. Se les conoce popularmente como hombres serpiente, debido a su enorme parecido físico con los ofidios, aunque en realidad no comparten parentesco con ninguna de estas especies. Caminan erguidos, como la mayoría de las razas que poseen intelecto, y su cabeza es muy similar a la de una cobra.

Sin embargo, su fisionomía es muy distinta a la del resto de seres vivos de Kishar. Su lengua no es, como cabría esperar, bífida, sino alargada y fina. Sus mandíbulas son en realidad una extensión de su piel, de color verduzco, rígida y surcada por numerosas estrías. Aunque algunos testigos afirman que en realidad están cubiertos de escamas, como las de un reptil, pocas descripciones logran ponerse de acuerdo, ya que muchos no tienen claro dónde acaban sus ropajes o armaduras y dónde comienza su cuerpo.

Pero hay un rasgo que llama la atención de todo aquel que se encuentra con un Middu: sus extremidades. No parecen poseer ningún tipo de articulación, y no acaban en manos o pies, sino que su grosor disminuye paulatinamente hasta acabar en punta. Como un enfermizo tentáculo carente de ventosas, o la cola de una animal.

Se comunican mediante siseos, difíciles de imitar por una garganta humana, aunque son capaces de hablar un Akkadio lo bastante bueno como para ser comprensible con un poco de esfuerzo. Tienen cierto don para las lenguas, aunque hay ciertas palabras que se les resisten, que no parecen ser capaces de articular o cuyo significado no comprenden por completo. Un caso especialmente flagrante son las que sirven para expresar sentimientos, tanto positivos como negativos, como pueden ser “alegría”, “rabia” u “odio”.

Se cree que los Middu no duermen, ya que nunca se ha visto a ninguno hacerlo.



Los intercambios

La gran mayoría de los ciudadanos del Imperio que han podido encontrarse con un Middu no lo han hecho viajando a su remota nación, sino en uno de los encuentros conocidos como “intercambios”. Una vez cada seis ciclos del calendario de 19 años que rige Akkad, es decir, una vez cada 114 años, un enorme contingente de hombres serpiente cruzan las montañas y montan un campamento a las orillas del Zab.

Vienen cargados de fascinantes creaciones, que van desde lo más mundano hasta portentosos objetos de poder: Prendas de seda que hacen verdaderamente más bello al portador, orbes de un cristal tan perfecto que son inquebrantables, tintas de colores imposibles de describir, inciensos que permiten al que los inhala comulgar con los Dioses, o exóticos frutos que se niegan a crecer en el suelo de Akkad.

Allí esperan pacientemente, durante un mes, el mes sin nombre en el que las sombras crecen, recibiendo a todos los comerciantes que se acercan a tratar con ellos. Mercadean incansablemente, ofreciendo sus bienes a cambio de objetos a cada cual más peregrino que el anterior. Lo mismo pueden solicitar la barba recién afeitada de un rey, la daga con la que una mujer mató a su esposo, o una hogaza de pan preparada a partir de la última cosecha del año.

Aunque no todas sus peticiones son tan extrañas. También valoran mercancías más tradicionales, especialmente esclavos. Aprendieron de los Akkadios el beneficio que pueden proporcionar sirvientes así y suelen solicitar Mushkenu y Wardu en grandes cantidades. De hecho, a cada intercambio se incrementaba un poco más el número de esclavos que solicitaban, y durante los tres últimos la cantidad de pobres diablos entregados a los Middu fue casi astronómica.

Pero algo extraño ha ocurrido recientemente. Hace dos años debía haberse producido el decimoquinto intercambio, pero los hombres serpiente no aparecieron. Por primera vez en más de diecisiete siglos los Middu habían faltado a su cita. Los comerciantes esperaron, como siempre, durante todo el mes, pero ninguno de los señores de Meda se dignó a aparecer.

Además, se empiezan oír rumores de que han sido vistos hombres serpiente entre las dunas del desierto occidental, o morando en cavernas cerca de los hogares de los Cimmerios o en las marismas del sur.

Aunque se murmura algo aún más inquietante: Eahardinnu, un famoso explorador Awilu, afirma haber cruzado hace tan sólo seis meses el Paso del Silencio, y haber visto al otro lado, recorriendo la Meseta Negra, jinetes Mushkenu a los lomos de poderosos caballos de guerra y ataviados con armadura de diseño Middu, pero sin ningún hombre serpiente dirigiéndoles.

miércoles, 20 de abril de 2011

Más Allá del Imperio: Meda (III)

Y otra entrega más de la serie de entradas sobre Meda (aquí la primera y la segunda). Esta está dedicada al río Aras y a las Mansiones de Cristal:

El río Aras

La otra forma de cruzar la Meseta Negra es probablemente la más fácil, especialmente si se está bien considerado por los señores de Meda. Esta ruta, mucho más rápida y considerablemente menos accidentada, consiste en recorrer el río Aras hasta su desembocadura, cercana a las Mansiones de Cristal, empleando un barco.

Esta solución es, como podría imaginarse, más sencilla de enunciar que de ejecutar, pues es necesario pensar en cómo traer una embarcación a este lugar o, en su defecto, encontrar materiales para construirla. Los pocos árboles de este lado de las Cumbres de las Tormentas podrían servir para esta tarea, pero es preciso talarlos y cargarlos hasta un punto del río alejado de su nacimiento, lo bastante como para que sus rápidas corrientes sean navegables con seguridad.

Quién opte por esta solución descubrirá que el río Aras es distinto a cualquier otro. Para empezar, su agua se encuentra siempre a una temperatura anormalmente cálida, en algunos tramos incluso hirviendo, y tiene un color azulado muy intenso, además de ser casi totalmente opaca. Salta a la vista que no es potable, pero no por ello carece de valor. Se dice que tiene propiedades mágicas, y es capaz de devolver la belleza y rejuvenecer la piel de cualquiera que se bañe en ellas. Es muy cotizada en el Imperio, y las nobles más coquetas darían casi cualquier cosa por unos viales del preciado líquido con el que fabricar ungüentos y maquillajes.

Pero sumergirse directamente en el río no es una buena idea. Es posible que su agua sanee la piel del bañista, pero de poco le valdrá, pues será casi con toda seguridad arrancada de sus huesos por las potentes mandíbulas de los peces que pululan bajo la superficie.



Las Mansiones de Cristal

Aquel lo bastante valiente o afortunado para cruzar la Meseta Negra, ya sea por tierra o navegando, se encontrará frente a las portentosas Mansiones de Cristal: el único asentamiento de Meda, el corazón de la patria de los hombres serpiente.

Su arquitectura es de un estilo muy diferente a toda construcción que un ojo mortal haya podido contemplar. Una miríada de monstruosos pilares de roca porosa y gris surge de la tierra, alzándose cientos de metros hacia el cielo. Algunos son alargados, casi como cilindros, mientras que otros tienen bases más anchas e irregulares, que se estrechan poco a poco hasta llegar a ser casi finas agujas en su parte superior.

Es imposible estar seguro de si son naturales o construidos por sus habitantes, pues su forma es demasiado irregular para haber sido esculpida por ningún artista que conservara la cordura, pero al mismo tiempo están distribuidos con cierto sentido. Puede percibirse un patrón subyacente en la distancia que separa unas estructuras de otras, demasiado constante para ser obra de la naturaleza. Es más bien como si los pilares hubieran sido “plantados”, como si su crecimiento hubiera sido guiado, como el de un árbol podado por un jardinero durante años.

Estos edificios, porque ésa es su función, están unidos entre sí por unos puentes que, junto con las numerosas bóvedas que hacen de ventanas, le dan a la ciudad su nombre. Ambos están hechos de cristal, de un vidrio traslúcido de tantos colores como el arcoíris, y tan pulido que es fácil resbalar en su superficie. Esto, por supuesto, no es un problema para los Middu, que con sus peculiares extremidades no encuentran ninguna dificultad en desplazarse rápidamente, tanto por los puentes como por los numerosos túneles que atraviesan el corazón de las estructuras.

El interior de las mansiones es un secreto que los Middu guardan celosamente, y no dejan que nadie que no pertenezca a su raza conozca. La única excepción son sus esclavos tatuados; Mushkenu comprados a los comerciantes Akkadios que se caracterizan por tener gran parte de su cuerpo cubierto por extraños tatuajes, que parecen retorcerse con voluntad propia. Voluntad de la que, por otra parte, carecen los esclavos, que caminan aún más cabizbajos de lo que lo haría un Mushkenu en el Imperio.

Antiguos manuscritos afirman que al principio los hombres serpiente esclavizaban a miembros de todas las razas. Pero debido a la ira que esto provocaba tanto en Akkadios como Elamitas pronto comenzaron a emplear exclusivamente Mushkenu que, además, podían conseguir a muy buen precio gracias a un lucrativo pacto con los mercaderes de Assur.

Aunque todas estas historias bien podrían ser leyendas. El último viajero que logró llegar hasta las estancias de los Middu y volvió para contarlo realizó tal hazaña en el año 1516 tras el ascenso de Sargón. Desde entonces han pasado casi cinco siglos.

martes, 19 de abril de 2011

Más Fanzine Rolero (y autobombo)

Dos entradas para anunciar la vuelta del Fanzine Rolero lo cierto es que parece excesivo, pero me tendréis que perdonar, ya que mi objetivo no es otro que darme un poquito de autobombo. La razón es que los editores del Fanzine han tenido a bien poner en el número de este mes dos artículos perpetrados por un servidor. Y ya que es mi blog, aunque no tengan nada que ver con La Puerta de Ishtar, pues con todo el morro del mundo voy y los enlazo.



Los podéis encontrar junto al resto de artículos del Fanzine, en su web.

viernes, 15 de abril de 2011

Vuelve el Fanzine Rolero

Hace tiempo la Fundación Kaufman, tienda rolera dónde las haya, cerró sus puertas. Esto conllevó, además de la clausura de la tienda en sí, un futuro incierto para dos recursos roleros muy importantes: el foro SPQRol y el Fanzine Rolero. El primero fue mantenido a flote gracias a la voluntad de unos cuantos mecenas (¡gracias!) y goza de mejor salud que nunca.

Del segundo, el Fanzine Rolero, no se sabía qué iba a pasar hasta hoy, día en que Werden, su editor (aunque le guste llamarse relaciones públicas) ha anunciado su vuelta.


Y, para los que no lo conocieran, ¿qué era Fanzine Rolero? Pues una publicación independiente por Internet que salía (más o menos) cada ciclo lunar. Hecha por y para roleros, con gran cantidad de material. El 19 de este mes podréis ver el primer número de su nueva etapa y, desde ya, consultar todas las entregas anteriores.

La dirección web en la que estaba alojado ha cambiado, porque ahora forma parte de Arcano XIII, que también anuncia futuras sorpresas. Aquí la nueva ubicación. Y aquí el blog de Arcano XIII.

¡Grandes noticias!

miércoles, 13 de abril de 2011

Más Allá del Imperio: Meda (II)

Seguimos con la serie de entradas sobre Meda (aquí la primera), hoy es el turno de la Meseta Negra:

Una vez ha descendido desde las montañas, tras atravesar el Paso del Silencio, lo primero en lo que repara un viajero es que lo que desde arriba parecía una superficie más o menos uniforme, desde el suelo es un terreno prácticamente infranqueable. Las piedras de obsidiana surgen de la propia tierra, hasta una altura tres veces la de un Mushkenu, retorciéndose y quebrándose. Es raro encontrar una plataforma que se extienda uniformemente más allá de unos pocos pasos, y para poder avanzar cualquier distancia es necesario estar continuamente trepando y descendiendo por rocas tan afiladas que podrían cortar la piel.

Su nombre es la Meseta Negra. Es, en otras palabras, un auténtico bosque de piedra negra y pulida.


Afortunadamente, existen unos caminos que recorren la meseta, toscamente excavados, pero que permiten avanzar a un ritmo aceptable en un territorio tan hostil. Qué voluntades habrán abierto estas sendas es un misterio, pero lo más probable es que fueran los propios Middu. Aunque hay quién ve en ellas los ya secos canales de un antiguo y complejo sistema de irrigación.

Con todo, y a pesar de la conveniencia que estas rutas ofrecen, deben ser recorridas con cuidado. En primer lugar, su trazado es complejo y, en ocasiones, incluso laberíntico. Además, la ausencia de puntos de referencia salvo el cielo, las casi imperceptibles curvas, y la multitud de bifurcaciones, convierten a las sendas en una compleja red en la que incluso el más avezado explorador podría perderse.

Y, aún en el caso de poseer uno de los pocos mapas que detallan esta complicada maraña, la mera supervivencia en su interior es un reto considerable. Cualquiera que esté dispuesto a realizar el largo viaje necesario para alcanzar la ciudad de los Middu deberá estar bien aprovisionado tanto de agua como de alimento. La una porque la única fuente de la misma es la infrecuente y débil lluvia, y el otro porque encontrar algo que llevarse a la boca es una tarea casi imposible.

Es cierto que en la base de las afiladas rocas se extiende, cada año que pasa con más fuerza, un suave manto de líquenes, en el que además se acumula cierta cantidad del líquido elemento. Pero bajo ningún concepto, incluso el azote de un hambre insaciable o una sed implacable, deben consumirse la vegetación y la escasa agua que ésta contiene. La ingesta de los mismos induce a la locura, siendo tan sólo los hombres serpiente y las criaturas que rondan la Meseta Negra inmunes a sus efectos.

Criaturas que son un factor muy a tener en cuenta por el viajero astuto. Casi invisibles en medio del bosque de obsidiana, parecen hechas de este mismo material, y se mantienen prácticamente inmóviles durante horas o incluso días. Intentar distinguirlas usando la vista es fútil, y sólo mediante el oído puede sentirse su presencia, ya que emiten un zumbido muy grave, casi inaudible, para comunicarse entre sí.

Sedientas de sangre, buscan con ansia seres de carne a los que devorar, hartas de su dieta habitual. Se ven atraídos hacia el latir de los corazones y se reúnen poco a poco, hasta haber formado una fuerza imparable que sus víctimas no puedan derrotar. Las hay de todos los tamaños, y suelen atacar intentando pillar a sus víctimas desprevenidas, durmiendo o descansando.

Son especialmente abundantes bajo tierra, en las cavernas y pasadizos a los que se puede acceder a través de estrechas aberturas en la roca. No es una buena idea internarse en estos oscuros túneles, pero a veces es imprescindible para sobrevivir, pues unos pocos contienen pozos de agua potable, un tesoro de valor incalculable en la Meseta Negra.

Algunos creen que no son más que fragmentos de piedra animados por una siniestra inteligencia, quizá la de la propia Meseta Negra. Por suerte, se sabe que existen varias formas de evitar a estos seres. Probablemente la más sencilla sea utilizar una de las Flautas Silenciosas de los Middu, que los propios hombres serpiente emplean para cruzar sin peligros esta extensión de tierra. Son instrumentos esculpidos a partir de piedra basáltica, que no parecen emitir ningún sonido al ser soplados. Algunos han caído en manos de comerciantes de Assur, ya sea como regalo de los Middu o porque su anterior portador se viera forzado a “desprenderse” de ellas. Alcanzan precios astronómicos entre aquellos que conocen su verdadera utilidad.


Aunque otra forma más mundana de evitar a las criaturas es simplemente refugiarse en la zona segura más próxima. Lo que desde las montañas parecían manchas de colores son en realidad superficies libres de la piedra negra, en las que la tierra misma parece retorcerse: agujeros de los que surge un cegador fuego blanco, burbujeantes piscinas de ardiente barro, o lagos de amarillento azufre moteados por pequeñas islas de arena grisácea. De algunas incluso surgen columnas de asfixiante humo o chorros de ácido y agua hirviendo.

Todas ellas pueden parecer un lugar poco aconsejable en el que acampar, y lo son, pero aún así resultan preferibles a la alternativa; ser atacados durante la noche por una horda de rocas vivientes. Además, en algunas incluso se puede encontrar algo de vegetación más tradicional, en forma de hongos o una tímida hierba.

La Meseta Negra es una trampa mortal. Pero también un lugar de una belleza natural casi indescriptible.

miércoles, 6 de abril de 2011

Más Allá del Imperio: Meda (I)

Hasta ahora he hablado mucho sobre el Imperio de Akkad, su forma de vida, y las razas que lo pueblan. Así que, para variar un poco, he decidido hacer una serie de entradas que hablen de una de las naciones que limitan con los dominios de Sargón. La tierra elegida es Meda, que se encuentra al noreste de Akkad, y cuya localización exacta podéis consultar en el mapa.

Esta serie, que aún no sé de cuantas entradas estará compuesta (probablemente 4 o 5) terminará con una ilustración de uno de los habitantes de Meda: los Middu, también conocidos como hombres serpiente. Ni que decir tiene que, si alguien quiere usar este material en sus partidas, darle la vuelta o modificarlo de cualquier otra manera, es más que bienvenido a hacerlo. Sólo os pido que me lo contéis en los comentarios.

Y sin más dilación, aquí tenéis la primera entrega.


Existen muy pocas sendas que permitan atravesar las Cumbres de las Tormentas, y las que hay son conocidas por muy pocos; sólo los bandidos de la zona y aquellos celosos escribas que guardan sus conocimientos como secretos de estado.

Una de ellas, conocida como el Paso del Silencio, es especialmente peligrosa. Cercana al nacimiento del Zab, es una ruta estrecha y traicionera, rodeada por acantilados cortados a pico. El mero hecho de conocer su existencia no asegura el éxito, sino que todo aquel que se atreva a recorrerla tendrá que afrontar numerosos peligros.

Deberá ser capaz de evitar la mirada del Shalash-Igi, Aquel que Posee Tres Ojos, o al menos encontrar el modo de pagar el peaje que éste le exija. También habrá de resistir la tentación de leer los textos sagrados que recorren la pared de roca, escritos en todos los idiomas que alguna vez existieron y alguna vez existirán. Tampoco deberá subestimar la más mundana, pero no por ello menos peligrosa, de las amenazas que habitan en esta senda. La que representa el Nido de los Buitres, que no hacen ascos a las presas vivas si pueden usarlas para alimentar a sus crías.

Y todo ello deberá hacerlo en silencio, sin articular una palabra, desde el principio hasta el final. Se cuentan historias sobre héroes que consiguieron llegar a tan sólo unos pasos de su destino para, en el último momento, dejar escapar una ahogada exclamación. Su periplo conoció un trágico final al ser arrastrados montaña abajo, a las profundidades de las gargantas, por una avalancha de nieve.

Pero si un viajero lograra superar todas estas dificultades y cruzar los inmensos picos que se extienden al este de Akkad, tendría el privilegio de contemplar la extraña maravilla que es Meda. Ante él se extendería una casi inabarcable meseta de cristalina obsidiana que, vista desde las estribaciones montañosas, parece un inmenso mar, negro como la noche, pero completamente inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. Al igual que la espuma de las olas en un auténtico océano, los reflejos del sol en la superficie de la roca resaltan luminosos y brillantes, en claro contraste con la masa oscura que los rodea.

Aquel que poseyera una vista aguda podría distinguir en medio de esta superficie pequeñas masas de tierra de otros colores, grises, amarillos y rojos, así como columnas de un humo blanco que surgen con fuerza y se disipan en el aire.

Por otra parte, es poco probable que un observador se detenga en admirar estos pequeños detalles, pues su vista se vería naturalmente atraída hacia las alargadas estructuras que dominan, a lo lejos, el horizonte. Es difícil apartar la mirada de las casi increíbles Mansiones de Cristal, el hogar de los Middu, aunque a esta distancia aún no se alcance a distinguir la auténtica magnificencia de sus portentos.
 

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