Y otra entrega más de la serie de entradas sobre Meda (aquí la primera y la segunda). Esta está dedicada al río Aras y a las Mansiones de Cristal:
El río Aras
La otra forma de cruzar la Meseta Negra es probablemente la más fácil, especialmente si se está bien considerado por los señores de Meda. Esta ruta, mucho más rápida y considerablemente menos accidentada, consiste en recorrer el río Aras hasta su desembocadura, cercana a las Mansiones de Cristal, empleando un barco.
Esta solución es, como podría imaginarse, más sencilla de enunciar que de ejecutar, pues es necesario pensar en cómo traer una embarcación a este lugar o, en su defecto, encontrar materiales para construirla. Los pocos árboles de este lado de las Cumbres de las Tormentas podrían servir para esta tarea, pero es preciso talarlos y cargarlos hasta un punto del río alejado de su nacimiento, lo bastante como para que sus rápidas corrientes sean navegables con seguridad.
Quién opte por esta solución descubrirá que el río Aras es distinto a cualquier otro. Para empezar, su agua se encuentra siempre a una temperatura anormalmente cálida, en algunos tramos incluso hirviendo, y tiene un color azulado muy intenso, además de ser casi totalmente opaca. Salta a la vista que no es potable, pero no por ello carece de valor. Se dice que tiene propiedades mágicas, y es capaz de devolver la belleza y rejuvenecer la piel de cualquiera que se bañe en ellas. Es muy cotizada en el Imperio, y las nobles más coquetas darían casi cualquier cosa por unos viales del preciado líquido con el que fabricar ungüentos y maquillajes.
Pero sumergirse directamente en el río no es una buena idea. Es posible que su agua sanee la piel del bañista, pero de poco le valdrá, pues será casi con toda seguridad arrancada de sus huesos por las potentes mandíbulas de los peces que pululan bajo la superficie.
Las Mansiones de Cristal
Aquel lo bastante valiente o afortunado para cruzar la Meseta Negra, ya sea por tierra o navegando, se encontrará frente a las portentosas Mansiones de Cristal: el único asentamiento de Meda, el corazón de la patria de los hombres serpiente.
Su arquitectura es de un estilo muy diferente a toda construcción que un ojo mortal haya podido contemplar. Una miríada de monstruosos pilares de roca porosa y gris surge de la tierra, alzándose cientos de metros hacia el cielo. Algunos son alargados, casi como cilindros, mientras que otros tienen bases más anchas e irregulares, que se estrechan poco a poco hasta llegar a ser casi finas agujas en su parte superior.
Es imposible estar seguro de si son naturales o construidos por sus habitantes, pues su forma es demasiado irregular para haber sido esculpida por ningún artista que conservara la cordura, pero al mismo tiempo están distribuidos con cierto sentido. Puede percibirse un patrón subyacente en la distancia que separa unas estructuras de otras, demasiado constante para ser obra de la naturaleza. Es más bien como si los pilares hubieran sido “plantados”, como si su crecimiento hubiera sido guiado, como el de un árbol podado por un jardinero durante años.
Estos edificios, porque ésa es su función, están unidos entre sí por unos puentes que, junto con las numerosas bóvedas que hacen de ventanas, le dan a la ciudad su nombre. Ambos están hechos de cristal, de un vidrio traslúcido de tantos colores como el arcoíris, y tan pulido que es fácil resbalar en su superficie. Esto, por supuesto, no es un problema para los Middu, que con sus peculiares extremidades no encuentran ninguna dificultad en desplazarse rápidamente, tanto por los puentes como por los numerosos túneles que atraviesan el corazón de las estructuras.
El interior de las mansiones es un secreto que los Middu guardan celosamente, y no dejan que nadie que no pertenezca a su raza conozca. La única excepción son sus esclavos tatuados; Mushkenu comprados a los comerciantes Akkadios que se caracterizan por tener gran parte de su cuerpo cubierto por extraños tatuajes, que parecen retorcerse con voluntad propia. Voluntad de la que, por otra parte, carecen los esclavos, que caminan aún más cabizbajos de lo que lo haría un Mushkenu en el Imperio.
Antiguos manuscritos afirman que al principio los hombres serpiente esclavizaban a miembros de todas las razas. Pero debido a la ira que esto provocaba tanto en Akkadios como Elamitas pronto comenzaron a emplear exclusivamente Mushkenu que, además, podían conseguir a muy buen precio gracias a un lucrativo pacto con los mercaderes de Assur.
Aunque todas estas historias bien podrían ser leyendas. El último viajero que logró llegar hasta las estancias de los Middu y volvió para contarlo realizó tal hazaña en el año 1516 tras el ascenso de Sargón. Desde entonces han pasado casi cinco siglos.
2 comentarios:
O_O Genial, tal cosa no tiene otro nombre. ¿por cierto cuando nos presentas a Sargón y a sus pares?
Pues me temo que la historia del Emperador tendrá que esperar un poco más antes de aparecer en el blog. De momento a acabar la serie de entradas sobre Meda. ;)
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